Por: Bernardo León Villegas y Javier García Espinosa
Con una voz inconfundible que traspasó fronteras y conquistó corazones en todo el mundo, esta leyenda de la canción dejó un recuerdo imborrable que perdura más allá del tiempo.
Nacida como María de los Ángeles de las Heras Ortiz el 4 de octubre de 1944 en Madrid, España, Rocío Dúrcal fue mucho más que una cantante. Fue una artista completa, cuya versatilidad la llevó a destacar tanto en la música como en el cine, convirtiéndose en un ícono de la cultura popular.
Su abuelo materno, tuvo mucha injerencia en su vida; a los 15 años de edad, participó en el espacio televisivo “Primer Aplauso" que emitía el ente público Televisión Española.
Su carrera musical despegó cuando grabó su primer álbum Trébole en 1964; después lanza Tengo 17 años; en el 65, Más bonita que ninguna; en 1967 alcanza nuevamente el éxito con Amor en el aire. Desde entonces, su estrella ascendió rápidamente, consolidándose como una de las voces más emblemáticas de su generación. Con un estilo único que fusionaba el folclore español con el pop, Rocío Dúrcal cautivaba a audiencias de todas las edades con su emotividad y su interpretación.
En el cine debutó con la película Canción de juventud (1961), su segundo filme, Rocío de la Mancha (1962). Un año después estelarizó La chica del trébol, y a partir de allí su participación en el séptimo arte se hizo más que recurrente, pues durante las décadas de los 60’s y 70’s, protagonizó las películas: Tengo 17 años (1964), Más bonita que ninguna (1965), Acompáñame (1965), Buenos días, condesita (1966), Amor en el aire (1967), Cristina Guzmán (1968), Las Leandras (1968), La novicia rebelde (1971), Marianela (1972), Me acuesto a las nueve y cinco (1973), Díselo con flores (1974) y Me siento extraña.
Pero más allá de sus logros profesionales, Rocío Dúrcal será recordada por su autenticidad y su humildad. A lo largo de su vida, mantuvo una conexión profunda con su público, quienes la veneraban no solo por su talento, sino también por su cercanía y su calidez humana.
Llega el año de 1977. Juan Gabriel ya era todo un ídolo conocido en medio mundo; él, cautivado desde años antes por el magnetismo de su figura y la carrera musical de Rocío, le propone producirle un disco con acompañamiento de mariachi.
Eso, a la Dúrcal, de principio le pareció poco probable, pues sus raíces iban a chocar con la cultura mexicana. Juan Gabriel la convence y le produce el disco que la catapultó en el gusto de México y que, además, sorprende al mundo con ese desdoblamiento, que la convierte en un apoteósico triunfo en ventas y en presentaciones.
De ese disco surgen temas que alcanzan los primeros lugares como: Fue un placer conocerte; Amor del alma y Jamás me cansaré de ti, entre otros.
Juntos, crearon algunas de las canciones más memorables del repertorio latino, como Amor Eterno y Déjame Vivir. Su química artística trascendió lo convencional, generando himnos que perduran en la memoria colectiva y continúan conmoviendo a quienes las escuchan.
El éxito de Rocío Dúrcal perdura en el tiempo, trascendiendo generaciones y fronteras. Su música sigue siendo fuente de inspiración para artistas de todo el mundo, y su impacto en la cultura popular es innegable. Aunque nos dejó físicamente en 2006, su voz sigue resonando en cada acorde, recordándonos que el arte verdadero trasciende la temporalidad y perdura eternamente en el alma de quienes lo aprecian. Rocío Dúrcal, la eterna musa de la canción universal, seguirá siendo una fuente de luz deslumbrante en el firmamento de la música.